8. Cóncavas y Convexas
La mujer echa raíces en su deseo. Su sola idea exaspera la neurosis y el miedo, se hace cóncava y venera lo indeterminado a la vez que lo convexo penetra con el espanto el sueño, haciendo sentir el dios oscuro de no haber sido, la herencia de la invisibilidad que de repente se yergue entre los cuerpos átopos, inclasificable, de una originalidad incesantemente imprevisible, como Venus nutricia. El cuerpo de la mujer no puede sumirse del todo en otro cuerpo, ahí se hace morphé, belleza de las formas y las preguntas, no ciegas buscan lo que esperan, no cuestionan el deseo, sino lo que desean, como si fuese un caos geométrico…